Nápoles, barrio español

Paredes, puertas que fijan personajes detenidos en el espacio, retazos  de un baile de máscaras trasnochadas que habitan sólo en el recuerdo. Faunos, ninfas, payasos y sátiros observando impasibles el paso del tiempo, ajenos al trasiego de la gente: al despuntar el sol, todo cobra vida en una nebulosa de puestos, motocicletas,  gritos, tenderetes, niños,  tendales y vírgenes. La luz se adueña de un intrincado laberinto de callejuelas, pasadizos y plazas, extendiendo su cortina dorada en los balcones de todas las formas imaginables, en las fachadas de edificios tan antiguos que han olvidado su abolengo. También, en mi pecho para alcanzar el fondo de mi alma y reflejar, una vez más, que también soy un personaje atrapado en una puerta, incapaz de atravesarla por miedo a que no haya nada al otro lado.

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