Kinderdijk
Kinderdijk
Molinos, gigantes de piedra procedentes del pasado, caballeros que hace siglos, rescataron a su pueblo del naufragio. La tenue luz de un sol velado intenta -sin éxito- iluminar el onírico paisaje. La mañana avanza, bicicletas, niños, barcazas, bancos, puentes, todo se cruza en el paseo que la neblina desdibuja como una estrecha línea interminable. Los grises, verdes y marrones dominan el ambiente. Pasamos horas deambulando, tratando de captar con las cámaras la intensidad de la belleza a nuestro alrededor. Hasta que, agotados, cae la tarde para descubrirnos infinitas luces, encuadres, formas; y para enseñarme a mirar, en mitad de la nada, a través de tu espejo.
Pacientes, siguen mirando con orgullo al mar, esperando una nueva batalla, quizá la última que todos veamos.